miércoles, 6 de noviembre de 2013

Adios Gatusín, te hecharé de menos.

Desde muy pequeña siempre me gustaron los animales, me fascinaba verlos comer, dormir o jugar, en definitiva verlos vivir. Me dormía diciendole a mi mamá que cuando fuera "grande" adoptaría a todos los animales callejeros, tendrían todos ellos un hogar.

A los cinco años mi madre me obsequió cinco patitos y cinco pollitos, yo era muy pequeña para entender que eran delicados, y si los veía graciosos me seguían a todos lados, ninguno llegó a edad adulta pues fueron muriendo poco a poco. 

A los once años mi madre me regaló una iguana y yo estaba feliz, la tenía en una cajita comiendo lechuga, pero como era una caja y no una jaula, se escapó y no supe nada más de ella, creo que acabó en casa del vecino. 

A los catorce años para un trabajo del colegio compramos un hámster, Hántaro le puse, le tenía tanto cariño era bonito esos ojitos negros y de pelo marrón le encantaba comer semilla de girasol y camote, al cabo de un par de meses, cuándo me acerqué a su jaula antes de irme a la escuela, lo vi tendido, inmóvil, y lloré cómo nunca creí que lloraría por un animalito. Mi madre que me escuchó llorar, fue a la habitación de al lado a verme y me abrazó, dijo que ya no se podía hacer nada que tratará de tranquilizarme y que fuera a estudiar, en clase mis compañeras ya sabían al ver mis ojos hinchados, lo que le había pasado al pequeño Hántaro. Murió de empacho, eso me dijo mi abuelita. Lo enterramos en una maceta en casa.

A los quince años mi abuela nos encargó a Allison y a mi alimentar a unas gallinitas jóvenes, y como era de esperar en su momento mi abuelita y mi mamá mataron en fechas diferentes a las pobres, para poder comer, mi hermana y yo nos negamos, no comimos de ellas´ellas no insistieron.

Cuando tenía dieciséis años, a mi abuelita le regalaron una perrita, una coquer spaniel, "Chiquita" se llamaba, era muy cariñosa, color caramelo, le gustaba salir a la calle  y el pollo a la brasa. Murió de una enfermedad, no sé cual, yo tenía veinte años y ya estaba aquí, en España, lloré cuando mi mamá me lo contó por teléfono.

Pero ayer me sentí como si volviera a tener catorce años, me sentí impotente y sólo podía llorar, Gatusín el más pequeño de todos sus hermanitos, el más travieso,  no habría sobrevivido, se le había salido un ojo y del dolor había dejado de comer, el veterinario cobraba 90€ para colocar su ojito en su sitio y otros 95€ para cortarle el ojo si este no era viable, no había otras alternativas y yo no tenía dinero, tuvimos que sacrificarlo para que no sufriera más, pero aunque Carlos, mi novio, dice que fue lo mejor para el chiquitín, yo siento que le fallé. 

Sé que es ley de vida, que los animales no nos sobreviven, pero ojalá hubiera muerto de mayor, sólo tenía un mes y medio de vida. 

Los animalitos, nuestras mascotas daríamos lo que fuera para que no sufran, para que estén bien, independiente de sí son perros o gatos, tortugas o hámster nosotros queremos a nuestras mascotas por lo que representan, su valor es incalculable. Espero haber hecho lo mejor. Ahora miro su jaula y lo imagino dormido sentado encima de su padre que es como le gustaba dormir. 

He crecido, ya soy "grande", pero no puedo ayudar a todos los animales que hay abandonados en las calles como quería hacer cuando niña, aunque intento que a los animalitos que adoptamos, tengan un buen hogar.

La pena se me pasará, sólo quería escribir lo que sentía. 

Gracias por estar allí. MarBri. 

* Dedicado para quienes han perdido una mascota.

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